Alejada del presente y de las aulas queda la archiconocida creencia popular de que “la letra, con sangre entra”. Durante años este famoso refrán fue muy utilizado con la intención de asociar el castigo al aprendizaje, de ahí que siempre se haya pensado que ir a la escuela o al instituto resulte, en muchas ocasiones, un suplicio.
No obstante, para muchos docentes esta creencia actualmente forma parte del pasado y somos cada vez más quienes nos arriesgamos a innovar en el aula y a relacionar nuestra asignatura no solo con la realidad de nuestro alumnado, sino también con una actualidad en constante movimiento. Se trata de una tarea realmente ardua, pero este es, sin duda, el gran papel que juega la educación en un país: enseñar desde edades muy tempranas al alumnado cuál es la realidad de su entorno con la intención de estimular en él la capacidad de desarrollo de su pensamiento crítico.
¿Cómo conseguir este acercamiento al mundo del alumno en el caso de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura en una sociedad en la que los adolescentes parecen estar más interesados en lo que sucede en sus dispositivos móviles? La clave quizá radica en entender la literatura como lo hacía Borges: como “un espacio lleno de vida, como un ámbito donde se reflejan las mismas pasiones, los mismos deseos, las mismas aventuras que en la realidad”.
Los libros, esos pequeños tesoros, como los considera Rosa Navarro Durán, nos permiten hacerlo. Tesoros varios (cuentos, fábulas, cómics, libros juveniles -y hasta clásicos-) que encierran en sus páginas fascinantes alusiones a la realidad más cercana y lejana de nuestro alumnado: aventuras amorosas, búsqueda del yo interior, amistad, celos, bullying, etc. De esa forma, trabajando en el aula títulos como Invisible, de Eloy Moreno; Días sin ti, de Elvira Sastre; o clásicos como el Lazarillo de Tormes, el Quijote o La Celestina, conseguimos desarrollar el pensamiento crítico en nuestro alumnado al mismo tiempo que les demostramos que los clásicos están más vivos que nunca y… ¿por qué no? Que la literatura mola, como lo hacen los videojuegos y las redes sociales.
Quizá el pequeño problema surge al pensar cómo llevarlo al aula, de qué manera trabajarlo para realizar esa conexión entre lo clásico y lo actual (sin olvidar el currículum, las competencias, lo contenidos…), de manera que tenga un sentido y, al mismo tiempo, que resulte un aprendizaje significativo para el alumno. O yendo más allá, cómo evaluarlo. La manera más sencilla, bajo mi punto de vista, es fijándonos en todo lo que nos rodea. De esa forma conseguiremos multitud de elementos que lograrán inspirarnos, tales como revistas, periódicos, diarios, programas de televisión o un simple un álbum de fotos. Esto además nos alejará del tedioso examen de lectura tipo test. ¿La solución? Está clara: motivarlos y darles el poder de crear. Y creer en ellos. Solo de esa forma creerán en sí mismos.
¿Quién no escribió acaso un diario siendo adolescente o se compró la Superpop cuando tenía 14 años? ¿Quién no sacó fotos de su historia de amor y las conserva en un álbum de fotos? ¿Quién no visitó un museo y se enamoró de una obra de arte? Estas preguntas tienen una respuesta clara: nuestros alumnos pueden transformar las lecturas en obras de arte sin tener que pasar un examen. De esa forma La Celestina de nuestra época podía escribir su diario; la revista de Fuenteovejuna podría ser la actual Superpop; unos molinos de viento podrían convertirse en museos; una historia de bullying podría quedar invisible y olvidada entre las páginas de un álbum de fotos y el más bello cuento de amor y superación custodiado entre las paredes de una pinacoteca.
Con todos estos títulos clásicos acercamos el (olvidado) patrimonio cultural a nuestro alumnado y les demostramos que los temas anteriormente citados no son cosas del pasado. Las traiciones vividas en La Celestina siguen vivas en pleno siglo XXI, al igual que los enredos de amor o la actitud pícara que (solo a veces) seguimos adoptando en la vida. Continuemos innovando e implantando en las aulas esta forma de trabajar y de evaluar las lecturas en el aula. Solo así ampliaremos su bagaje cultural y haremos que en un futuro recuerden esas obras y a ese docente -un poco pirata- que quiso compartir con ellos las maravillosas páginas que encierran nuestros tesoros, los libros. Porque la literatura es ese salvavidas que nos demuestra que no, que la literatura con sangre no entra. Porque con ternura y con pasión, se enseña mucho mejor.
Profesora de Lengua Castellana y Literatura