En 2004, los autores italianos Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi escribieron en Lengua de Trapo un libro titulado El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste. Cuatro años más tarde una brutal crisis financiera agravaba todavía más la tesis de estos autores.
En 2014, el español Esteban Hernández escribía un ensayo social titulado El fin de la clase media española, abundando aún más en la tesis de los italianos, valorando ya los efectos de la crisis financiera de 2008, pero obviamente sin prever lo que iba a traer la pandemia.
Ahora, con una guerra económica mundial que supera la invasión de Ucrania, FUNCAS, la Fundación de Estudios de las Cajas de Ahorro, publicaba hace unas semanas un excelente trabajo explicando las consecuencias que van a tener para España los grandes cambios que provoca esta guerra económica: más inflación, menos crecimiento y mayor empobrecimiento de la clase media y de la población en general. Todos los ingredientes para una tormenta perfecta que nos aboca a menor consumo, pérdida de poder adquisitivo y a buen seguro carencias en el Estado del Bienestar que tanto disfrutamos.
La pandemia y, sobre todo la guerra económica, nos vienen impuestas por unas circunstancias exógenas. Estamos en un bloque político, territorial y económico occidental, con las democracias liberales, y toda esta situación nos afecta de una manera: vamos a tener que apretarnos el cinturón y perder privilegios en nuestra cómoda vida. Para vencer al otro bloque ha habido que dispararse en el pie y esto duele. Pero así viene dada la cosa. Lo que salga de estos meses será un nuevo paradigma que nos obligará a replantearnos muchas cosas y hablar de usted al renminbi, moneda china, y a lo mejor también a la lira turca.
El nuevo orden económico
De entrada, hay que subir el presupuesto de Defensa, que serán unos diez mil millones de € en el caso español. Un dinero que habrá que sacar de algún lado, aunque sea subiendo impuestos, con lo cual habrá más inflación y menor consumo. Y con lo cual crecerá la economía sumergida y el ahorro embolsado, que significa pérdida de capacidad adquisitiva porque la inflación se come ahora entre 8 a 10 € de cada cien que usted tenga escondidos en un calcetín o en el banco. Primera cuestión, pues: ¿ahorramos o gastamos?
Luego está el asunto de la energía, las materias primas y la productividad. Como nunca hemos hecho los deberes que nos corresponden desde hace décadas, seguimos con un déficit energético brutal, las materias primas se importan por mantener nuestros yacimientos como espléndidos parques naturales y la productividad (también lo demás) no se toca por razones de enfrentamientos políticos. A ver quién se atreve a decir que hay que trabajar menos y mejor. Una empresa valenciana inventó hace años un sistema de control de producción más avanzado que el fichar y se hincha a vender en el extranjero, pero aquí los sindicatos lo rechazan. Tenemos pues otra cuestión: ¿Modernizamos de verdad nuestra economía o seguimos poniendo el esmorzar en el convenio?
Pero lo que nadie puede evitar es el empobrecimiento de la ciudadanía. Imaginen cómo están los pensionistas, con una media de diez por ciento menos de poder adquisitivo. A sabiendas de que es imposible aplicar ese demagógico cuento legal de subir las pensiones lo que marque el IPC. ¿Qué hacer? Pues podemos hacer la revolución pendiente o de verdad empezar a reforzar lo que nos permitirá en unos años vivir más ajustados, pero mejor que con los apuros que nos vienen. ¿Qué reformamos?
Y como estas tres preguntas hay docenas de asuntos por decidir hacer en estos tiempos de zozobra. Porque los motivos exógenos no podemos sino aguantarlos y razonarlos. Pero los propios, que nos llevan a sufrir estos ciclos depresivos en nuestra economía, sí que podemos abordarlos.
De hecho, hay miles de empresas que hace años empezaron ya esa modernización que ahora les permite aguantar los avatares de este cambio de paradigma; quizá más que los propios ciudadanos, que aguantan el envite con unas buenas cañas y dos copas de vino con jamón, que para eso está el dinero. Esas empresas sufrirán menos el empobrecimiento que se nos viene encima (que ya lo tenemos encima), pero otros miles no aguantarán. Es cuestión de elegir el camino y dejarse aconsejar para sobrevivir y adaptarse. Aquí les iremos contando novedades e ideas para gestionar mejor sus recursos y mercados.
Periodista y comunicador