No voy a meterme en las aguas cenagosas que impiden explicar cómo es posible que los políticos y gobernantes de turno, con todo tipo de asesores a nuestro cargo, no tenían hecha una buena prospectiva del devenir de los precios. Al fin y al cabo, la invasión de Ucrania y la Guerra Fría consiguiente no empezó hace dos meses, sino que llevan ya más de dos años con la llamada guerra híbrida que afecta a energía, ciberseguridad y logística en medio mundo.

Hay empresas que también detectaron esta tendencia en los precios y la ciberseguridad y actuaron en consecuencia. Y así lo han hecho Mercadona, Lidl y hasta marcas de coches y navieras, pero también empresas medianas que, simplemente, han aplicado el Método Delphi o alguna otra variante para visualizar el futuro.

Si ante las tendencias y variables que ves en el mercado cada día el directivo o el empresario familiar se empeña en mantener la gestión que llevaba su abuelo, lo más normal es que te coja el toro. Hace casi cuarenta años que no sufrimos esta espiral inflacionista y a algunos los puede pillar por sorpresa. Pero aplicar técnicas de proyección sirve tanto para prever la inflación como para visualizar la competencia, las tendencias que reclama la Generación Z o el control de la seguridad tecnológica.

Particularmente me interesa el llamado Método Delphi, cuyos autores, Norman Dalkney y Olaf Helmer, definen como la técnica para obtener una opinión fiable de expertos, aplicando cuestionarios que circulan entre todos ellos, con un feedback permanente. Y esto se puede hacer y se hace en empresas de gran facturación con expertos propios o en aquellas que van ajustadas de personal y recurren a expertos ajenos, con contrato por objetivos. El objetivo, en cualquier caso, es planificar el futuro que se demuestra incierto.

El cuestionario es la pieza más difícil, pero simplemente debe ser una herramienta que recoja todas las áreas de la empresa y el entorno en el que desarrolla su actividad. Lo importante es que ese cuestionario visualice que algo está pasando en el mercado o en los entornos tecnológicos, hábitos comerciales o financieros. Y eso implica estar atento a lo que pasa a tu alrededor. La globalización ha acabado con el autónomo, el ejecutivo o el gran empresario, que deja el trabajo en la oficina o en el mostrador de la tienda cuando se va a su casa. En estos momentos un negocio ocupa veinticuatro horas al día, porque en cualquier sitio está la oportunidad o el microdato que nos ayudará a tomar una decisión.

En las grandes ciudades estamos viendo estos días que las tiendas se llenan de gente. ¿Es una locura gastarse el dinero embolsado? No. Hay que estar pendiente de lo que pasa: no hay miedo a la guerra, que lo hay. Hay miedo a los precios. De un día para el otro todo vale algo más y la gente quiere llenar la despensa con lo más barato.

Los que aplicaron un método como el Delphi llenaron los almacenes a precio de hace meses y ahora pueden vender a aquellos precios o los suben, como marca la tendencia, y consiguen mayor porcentaje. Las opiniones especializadas ya explicaban hace meses que con o sin tanques se avecinaba un cambio de paradigma que traería subida de precios, empobrecimiento general y cambio de hábitos en el bienestar, el comercio y la gestión. Pero muchos se empeñaron en mantener técnicas de gestión pasivas. ¿Cómo es que nadie había pensado en Iberdrola que su sistema de seguridad dejaba abierta una puerta para que un hacker le sacara los datos de un millón trescientos mil abonados?

Ahora hay que adelantarse a los acontecimientos, porque además los “cisnes negros” aparecen por todos lados. La tierra está abonada para ello y por eso la empresa de cualquier tamaño debe tener una buena técnica de prospección. Además, la tecnología permite disponer de miles de webinars y tutoriales que nos ayudan a utilizar métodos efectivos y fáciles de aplicar.

Les recomiendo el Delphi para saber hacia dónde puede ir su negocio. Y otro día les hablaré del Diagrama de Ishikawa para detectar dónde están los cuellos de botella de su negocio, siempre partiendo de la base de que los quiera saber de verdad y aplique la simple fórmula de prueba-error.

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