Flexible y mediterránea. Así debería ser la alimentación a recuperar y promover en toda nuestra costa y por extensión en todo el país.
De la alimentación heredada de dos generaciones anteriores queda muy poco. La industria vende comodidad y ahorro de tiempo. Dos valores que necesitamos hoy pero que pueden ser compatibles con la nutrición intuitiva, el bienestar y la prevención de la enfermedad. Y hay que conciliarlos, porque el pragmatismo en el día a día de la alimentación en casas y colegios, por ejemplo, no está reñido con la salud en la alimentación.
Obesidad, diabetes, artritis, alzhéimer y cáncer siguen en aumento progresivo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reiterado que la dieta mediterránea es una vacuna para reducir la tasa de mortalidad y prevenir todas estas enfermedades crónicas.
La alimentación clásica mediterránea ha sido superada en el consumo por modelos importados que proponen un exceso de grasa saturada y poca fibra, cantidades preocupantes de azúcar y alimentos exóticos innecesarios para tener una dieta nutritiva y equilibrada para el estilo de vida europeo. Y esto es muy fácil de cambiar.
¿Cómo se perfila esta dieta flexiterránea?
Ni hay que ser 100% vegetariano para estar sano, ni comer todos los días carne. Se diseña con una base vegetal y se complementa con algo de proteína animal, principalmente pescado de nuestra costa. Pero eso sí, hay que ser más mediterráneos, como ya hacen en muchos colegios de la Comunidad Valenciana.
Un buen ejemplo en equilibrio sería la paella valenciana de nuestros abuelos: con un 60% de arroz en su composición (hidratos de carbono), un 20 % de carne de pollo en bien alimentado (proteína) y un 20 % de verdura y legumbres (que incluiría el garrofó valenciano), tenemos un plato que gusta a todo el mundo y contiene todos los elementos saludables.
La dieta flexiterránea no necesita alimentos importados y tendencias que popularizan influencers de la alimentación como la soja, el tempeh, el tofu o el seitán. Contempla platos diarios de legumbres (ollas de judías, garbanzos…), huevos, pescado de lonja, frutos secos, hortalizas, verduras y frutas de la tierra y de estación. Y todo ello cocinado con aromáticas del mediterráneo: desde el tomillo al romero, grandes antioxidantes que nos protegen del daño celular. Y complementado con nuestros grandes fermentos, las aceitunas, un buen probiótico para potenciar la salud intestinal. Y puntualmente, en las ocasiones y fiestas, dulces para celebrar. La dieta mediterránea clásica con la flexibilidad de adaptarnos a la velocidad y la cocina de hoy.
Hablar de ello ya da hambre.
Dietista y nutricionista