Las Fallas son la fiesta grande de nuestra ciudad. Esa afirmación, que pudiera parecer obvia para mucha gente, ha quedado en tiempos recientes alejada de los sentimientos de muchos de sus vecinos, si no vacía de contenido.

Las Fallas son para los falleros la millor festa del món!, pero a la vez es una fiesta desconocida para muchos valencianos que viven de espaldas a las Fallas y cuyo conocimiento de la fiesta suele ir acompañado de connotaciones negativas.

Las Fallas obtuvieron hace poco más de un lustro el reconocimiento mundial como Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Ese espacio tradicional y festivo compuesto por la pirotecnia, la indumentaria, la literatura festiva, la música y la falla como núcleo central de la fiesta, que se debe impulsar y poner en valor por cuanto debe revertir en situaciones positivas para toda la ciudad

Las Fallas son el más claro ejemplo de lo que sucede en la sociedad. Son el notario que da fe mediante esas obras de arte efímero, únicas, que cada año inundan las calles en el mes de marzo. En los últimos años los poderes públicos han promovido en las comisiones distintas actividades que ayudan a dar reputación social a la fiesta. Las comisiones efectúan labores de solidaridad, actuaciones por mejorar el medio ambiente, el uso de materiales sostenibles y la investigación en los mismos, la lucha por la igualdad, la denuncia de la violencia de género y la integración del colectivo LGTBI demuestran que no son ajenas a la realidad social de cada momento, sino fiel reflejo de la misma.

Las Fallas son el principal eje vertebrador de la sociedad valenciana y como tal resiste a los distintos avatares que se le presentan desde la propia vecindad de las distintas entidades festivas. En estas idas y venidas la pandemia provocada por la COVID-19 irrumpió en nuestras vidas y el mundo se detuvo, la Fiesta se paró.

El mundo fallero se rebeló contra el virus y consiguió ser un ejemplo en la sociedad valenciana. Cumplió con las directrices que se le marcaron y doblegó, no sin pesares, todos los inconvenientes, para poder recuperar la sonrisa de sus falleras y falleros; sonrisa invisible que se intuía por debajo de las mascarillas en los pasacalles del pasado mes de septiembre. A su vez, el mundo fallero se vio arropado por la sociedad civil y el vecindario, ambos tuvieron un acercamiento histórico.

Las comisiones tienen un reto para el futuro más inmediato y deben afrontarlo dando un paso adelante, de madurez, conjuntamente Fallas y sociedad civil. Es momento de unión, de desprenderse de prejuicios, quitarse vendas y ataduras y luchar por las Fallas como un activo social, cultural y festivo del conjunto de nuestra ciudad.

Esos vecinos que miran con resquemor a la Fiesta, que no duden, que se acerquen a disfrutar de la misma, porque las Fallas no dejan de ser una fiesta popular, abierta e inclusiva; música, pólvora y algarabía pueden generar inconvenientes puntuales a quien, por motivos laborales o enfermedad, necesita el descanso. El fallero debe huir del exceso y el vecino debe ser flexible con el fallero durante esa semana grande de fiestas, pero la sociedad civil debe percibir de manera inequívoca que, durante los 358 días restantes del año, las Fallas devuelven con creces aquello que perciben, siendo muchos convecinos los que directa o indirectamente, aún sin saberlo, viven y trabajan gracias a los puestos de trabajo que proporciona la fiesta.

Las Fallas son, en su conjunto, una oportunidad única para toda la ciudad, falleros y no falleros. Puede ser la gran apuesta de la ciudad para el siglo XXI y para ello tenemos por delante un reto: remar en la misma dirección sociedad civil y Fallas, interactuar, sacar lo mejor de cada uno de nosotros, buscar la simbiosis perfecta para poder decir sin miedos y bien alto, que las Fallas son la fiesta de todos los valencianos. Si sumamos, creceremos juntos.

En nuestras manos está. ¡Hagámoslo!

Foto: Josele Bort

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