Antes del verano ya nos avisaron por tierra, mar y aire: ¡Que viene el lobo! Y tuvimos que marcharnos de vacaciones con la congoja a lomos de la inflación desbocada, empobrecidos y mirando de reojo la factura de la luz. Si no llega a ser por el bueno de Pepe Álvarez, anulamos las vacaciones. Menos mal que el líder de UGT puso sensatez obrera al debate público al grito de “¡Vamos a disfrutar del verano! ¡Porque es nuestro! ¡Que nos lo hemos ganado!” Y no sé si fue por él, pero yo diría que la mayoría nos hemos echado al monte o a la playa con alocado entusiasmo, protagonizando Pedro y el lobo, desdeñando La cigarra y la hormiga.

Pero todo llega y todo lo que sube tiene que bajar, menos los precios. Así que volvemos al cole con la misma tormenta perfecta sobrevolando la economía en general y nuestro bolsillo en particular. Primero fue la gasolina, pero yo no conducía; luego la electricidad, pero no teníamos aire acondicionado en casa… Cuando se duplique el precio de la compra semanal ya estaremos tan empobrecidos que no nos llegará ni para la caña libertaria de Ayuso. Que igual en Madrid la subvencionan, pero esa ya será otra historia…

Con las crisis nos va a pasar como con las olas del COVID, que ya no sabemos muy bien en cuál estamos. Como para no consolarse en el chiringuito con las olas de calor. Para colmo de males, el temido otoño crítico viene en clave preelectoral. No es de extrañar que haya cierto desapego ciudadano hacia el seguimiento de la actualidad: si quitas la crisis económica, los incendios, polémicas declaraciones políticas, truculentos sucesos y fútbol, te queda la inclasificable sección de Deportes de Antena 3 TV. Ni Ana Blanco ha podido aguantarlo.

Cómo será la crisis institucional, que hasta le han encontrado una nueva e imprevista utilidad al Senado como epicentro del debate público. Solo allí podrán decirse las cosas a la cara a cara Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Sus señorías de la cámara territorial están de enhorabuena: ahora sí saldrán en la foto. ¿Eso aportará alguna solución práctica para los ciudadanos? Lo dudo mucho, demasiado. Ante tanta zozobra, soy más partidario de confiar en Europa y esperar fondos, nuevas subvenciones o ampararnos a esas rebajas de impuestos que casi nunca nos tocan a nosotros.

La fe es un don, por supuesto, y cada cual se la ha de gestionar. Por eso, a pesar de mi escepticismo, no me extraña que se anuncien cada vez más en la radio los echadores de cartas. Desde aquí mi homenaje a la mente creativa que los publicita con ese certero eslógan: tus tarotistas de confianza. Donde haya un buen oxímoron que se quiten las rimas.

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