Al empezar a escribir este artículo me ha surgido inmediatamente el épico monólogo final de Roy Batty: “Yo he visto cosas que no creeríais… lágrimas en la lluvia”. Porque actualmente asistimos, entre estupefactos y resignados, a una serie de acontecimientos que probablemente ni él mismo creería. Una inteligencia artificial que inspira más amenazas que certezas. La primera potencia mundial con un presidente azafranado que vomita al mundo y agrava conflictos irresolubles que amenazan la estabilidad planetaria. Y en lo local nada mejor, mordidas, fulanas y corruptelas que enfangan más la cloaca política.

Los dirigentes proponen sacrificio, contención y dogmatismo, como una fórmula para domesticar a las masas y que funciona y aplica con cualquier ideología y en cualquier zona del mundo. Eso sí, el gobernante se administra la fórmula totalmente contraria y para no generar suspicacias niegan la mayor. Pero, el mundo no da vueltas, se retuerce, y ya no importa desmentir o disimular con aspavientos de indignación. Te han cazado pero no importa, ahora vale con admitir la mentira como una nueva verdad. Porque ya nadie cree la verdad, nadie sabe qué es la verdad, ni es determinante. Asistimos a la posverdad, donde no importa tanto lo que sucede sino el relato de lo acontecido y las emociones que suscita. La gente quiere sentir que tiene razón aunque para lograrlo deba perderla.

Porque la posverdad es un concepto sociológico que nos conduce frágiles. Y, sin certezas, aunque duelan, somos menos libres y capaces. Porque la vida es como un pisito para entrar a morir, puedes vestirlo acogedor pero ignorar la realidad no la hace desaparecer. Y sin soluciones para lo inevitable, la cultura siempre ha sido la mejor medicina. Son dosis de realidad que bien administradas nos despiertan del letargo. Y el arte, concentra la esencia de ese latido que te hace sentir. El teatro que infunde honestidad, la música que resuena alegría, las letras que escriben razones, colores que pintan belleza. El arte en toda su expresión como algo físico y emocional, brutal y amable, grandilocuente y sutil. Te hace experimentar, vibrar y compartir con optimismo la vida, como lágrimas en la lluvia que se desvanecen entre las manos.

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