Lo que no son cuentas son cuentos. Te lo dicen escrutando tablas Excel en esos momentos en que hablar de dinero no es de mala educación. Lo que manden los datos, claro que sí. Se supone que son asépticos y objetivos, no tienen alma y constituyen la razón pura que dicta, justifica y explica las decisiones que se deben tomar. ¿O ya las han tomado ellos mismos? El autor de Sapiens, Yuval Noah Harari, explica en Homo Deus que el creciente culto a los datos en nuestra sociedad les otorga sobrada potencialidad para convertirse en la próxima divinidad. Su predicción de 2016 ha envejecido tan bien como The Matrix, aunque ahora le llamen Metaverso.

Facebook (from Meta) es juez y parte: te ofrece la publicidad en su red y en Instagram, te dice antes de empezar a cuánta gente le llegará tu mensaje y luego te lo confirma con un análisis detalladísimo, te pasa la factura y te ofrece los exitosos números de la campaña a lo Juan Palomo. Todo sin salir de su metauniverso de metadatos, que por supuesto hemos decidido creer a pies juntillas: interacciones a tope, analíticas exhaustivas y todos los gráficos habidos y por haber. No caben hombres ni mujeres de poca fe ante los sumos sacerdotes de Silicon Valley: el sistema ha decidido comulgar ante el altar de la tecnología. Amén.

Según la medición oficial de audiencias en España, cada uno de nosotros pasa cuatro horas al día delante de la tele. ¡De media! Llámenme incrédulo o hagan una encuesta a su alrededor: debe de haber entre nosotros legiones de zombis viendo diez horas diarias. Si eso ayuda a mantener el sistema, bienvenido sea el dato. Los anunciantes, publicistas y, sobre todo, los dos grandes grupos televisivos del país han decidido ser creyentes. ¿Y los consumidores? Tal vez. Porque unos pocos medidores de audiencia haberlos, haylos. Y hay todo un ecosistema televisivo y publicitario que sus datos protegen… todavía.

La otra protección de datos, la nuestra, se ha hecho omnipresente a base de cookies y mensajes obligados. Porque ya no queda otra que digitalizarse para 9 de cada 10 gestiones. Los bancos han dimitido de la atención personalizada, las grandes marcas prefieren que lo compres en la web y el funcionario necesita cita previa. Dicen que es por nuestro bien. ¡Es tan cómodo! Si das tus datos tienes ofertas, promociones, servicios premium y todo lo demás. Aunque tengo la sensación de estar en una partida de póquer cada vez que me dan algo gratis a cambio de mis datos. Dice la sabiduría popular que si no sabes quién es el pringado de la mesa al que van a desplumar los tahúres, el pringado eres tú.

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