El sueño de un opinador es tener un Gobierno como éste, que genera titulares todos los días como los puestos callejeros generan buñuelos sin pausa durante lo que duren las Fallas, y aún más acá, y más allá. Un asunto de debate que antes nos ocupaba una semana entera ahora no dura más de un rato de un día. La competencia por ocupar su lugar en la atención del consumidor de información es inmensa. Así se entiende que los fines de semana, saturados de tanta novedad, los españoles desconecten de la realidad –‘la verdad’ según Sánchez- para sumergirse en la irrealidad de aperitivos en terrazas y series en pantallas. Lo peor de la ristra de morcillas diarias con las que nos obsequia el Ejecutivo es que nos vemos obligados a injerirlas crudas, a pesar de su composición a base de ingredientes de difícil digestión. Las morcillas, tomadas en exceso, repiten. Su regusto y la pesadez que nos generan persisten aun camufladas por la ingesta de más y más morcillas. Por eso bombas calóricas como la de la Amnistía emanan energía suficiente como para no necesitar nada más durante mucho tiempo en nuestra dieta informativa, aunque ya digo que ni por ésas cesa la producción de novedades sobrecogedoras desde Monferraz, el ente sanchizado que sustituye de facto a La Moncloa y a Ferraz a la vez. Con todo, y dejando de un lado lo que la ‘amnistía’ abarque finalmente y lo del peligro ruso (que al final va a resultar que no era conspiranoia sino conspiración pura y dura), lo que más me fascina de todo este mejunje es lo fácil que les resulta a los 121 diputados socialistas votar una cosa y su contraria. Bástese que se lo pida el líder. Por antitético que resulte cambiar así de opinión. Esos 121 diputados el 23J votaron el cumplimiento del programa electoral de su partido, que excluía expresamente la amnistía porque así lo declaró Sánchez una y otra vez en público. Sin embargo esos 121 diputados el 30E estaban dispuestos a votar el incumplimiento de su programa electoral, que excluía expresamente la amnistía. Y no se ruborizan. Y se ponen dignos si se lo recuerdas. Y te aseguran que es lo que había que hacer. Y te intentan convencer de que si tú no cambias tanto de opinión como ellos es porque eres un facha.  

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