Joder con las “nuevas sensibilidades”… Perdón, así empiezo mal. Pero me parece una burla que el David de Miguel Ángel haya sido censurado en un colegio de Estados Unidos, a raíz de la queja de unos padres que consideran que la obra de arte es «pornográfica». Y ésto confirma que el problema de la cultura es la incultura.

Y también me refiero a la nueva tendencia de reescribir la historia y las aventuras de James Bond escritas por Ian Fleming, o las novelas de Agatha Christie, suprimiendo cualquier referencia susceptiblemente ofensiva. Textos ahora más inclusivos acordes a los nuevos tiempos, donde se reescriba a Roald Dahl para que Augustus Gloop, el personaje gordo de Charlie y la fábrica de chocolate, pase a describirse como “enorme”. Sin tener en cuenta que habrá alguien enorme que podría sentirse ultrajado. Porque siempre hay un tonto útil que dé valor al absurdo de lo políticamente correcto. Y es que es más fácil encontrar a un agraviado, injuriado, humillado, menospreciado y deshonrado que a un lector. Y es mucho más simple censurar que hacer cultura, o reescribir la historia que aprender de ella.

Con esta deriva limitan o condicionan la literatura, que aun siendo ficcionada es testimonio indirecto de un tiempo, sus gentes, su historia, y de una realidad probablemente distópica. Retuercen la narración hasta un “ideal” donde nadie se reconoce ni puede ofenderse. Un mundo sin gordos, enanos y calvos que sólo es posible en Instagram, el universo tontivano. Y es que, como decía Einstein, «hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana”.

Cierta injerencia política pretende callar, condicionar, y orientar lo que piensa y dice la gente, uniformizar su discurso. Pero la cultura es lo que anima y orienta la práctica crítica, no asume un único contenido de la expresión, no se limita ni se ciñe a unos cánones. Debemos batallar por la diferencia y el cultivo de una cultura crítica, por la capacidad de pensar por uno mismo y tomar las propias decisiones con autonomía moral. Por la posibilidad de leer entre líneas donde se esconden las claves y secretos de la vida. Escribir renglones torcidos y equivocarse, dejando testimonio de la complejidad del ser humano. A través de nuestros libros y de nuestra cultura ejercemos nuestra labor de subversión intelectual, ese anhelo de libertad en un camino sin fronteras que hacen de la vida un espacio de posibles, testimonio de lo mejor y lo peor del ser humano, desnudos en su crudeza. Debemos aprender y respetar cualquier tiempo pasado antes de que el nuestro se desvanezca entre los dedos sin reconocernos en su mirada.

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