Pasan tantas cosas y tan rápidas que es obligatorio repensar el futuro, porque solo ajustando la prospectiva podremos aclarar las mil dudas que nos corroen sobre dónde y cómo vivirán nuestros hijos e incluso nosotros mismos en unos años. Nos lo planteamos cuando pensamos en el trabajo, en el modelo familiar y hasta en el coche que conduciremos. O si existirán los coches.

Ya no es solo la tecnología que nos invade, que dentro de unos años será acompañante de nuestras vidas, sin que necesariamente sea una copia de Blade Runner. Son también las nuevas formas de convivir, los valores, la sostenibilidad y hasta el friegaplatos. Las cosas van tan rápidas y pasan tantas cosas en minutos que incluso cambiarán las casas en las que vivimos, que siguen teniendo un modelo decimonónico.

Y precisamente la vivienda es un tema que exige repensarse una y otra vez, porque cambia nuestra forma de convivir. Nuestros espacios. Los territorios. Hay que plantearse hasta si las casas tendrán pasillo o serán un salón enorme, diáfano y sin lugares privados. Y afirmo esto porque siempre me ha ilusionado tener un loft. Pero ¿será funcional un loft para las relaciones familiares del futuro o solo será útil para los singles? ¿Y habrá más o menos singles que ahora? ¿Serán jóvenes o ancianos solitarios? Pues todas estas cosas y muchas más van a ponerse sobre el tapete en el III Congreso de la Vivienda que se celebrará en Valencia el próximo mes de septiembre, donde más de 400 asistentes relacionados con la vivienda, la investigación, la innovación, el urbanismo, la sociología, arquitectos y representantes de empresas inmobiliarias y del sector público van a repensar la vivienda en un momento clave para el sector.

En Valencia se pondrán en cuestión modelos de vivienda que han sufrido mucho durante la pandemia. Habrá que pensarla por dentro y por fuera, porque el agobio de familias en muchas casas por la obligación de permanecer encerrados deriva en valorar espacios y diseños interiores, pero también el urbanismo que durante meses nos metió el balcón del vecino como único horizonte.

Pero la situación económica actual deriva en un replanteamiento de la vivienda a fuerza de coste de materiales, desplazamientos obligatorios e innecesarios y hasta la relación entre razón y poder en las ciudades, como explica Bent Flyvbjerg. En las democracias avanzadas ¿dónde está la razón: en las grandes urbes o en las ciudades medianas y pequeñas? ¿Hay que volver a la convivencia humana en viviendas cómodas y funcionales, aunque estén en pueblos o ir a un urbanismo solitario en grandes metrópolis? Muchos temas interesantes para el Congreso de la Vivienda. Unos, que se arrastran desde hace tiempo sin alternativas, y otros, derivados de los grandes cambios que implican los nuevos valores y las nuevas tecnologías constructivas. Se habla de urbanismo feminista y de la temporalidad de las viviendas, ante los frecuentes cambios de residencia que aventura cualquier ciudadano por necesidades del trabajo o solo por buscar espacios más atractivos. La Unión Europea ya ha avanzado en muchos de los nuevos aspectos en una plataforma especial en internet a la que puede acceder desde este enlace.

Toda una revolución en el mundo de las viviendas, que supera el concepto de disponer de una vivienda, cuando se habla de un espacio que puede servir para todo, como ha ocurrido con el teletrabajo. O de espacios múltiples, como ocurre con la nueva concepción de las oficinas compartidas. ¿Viviendas compartidas? ¿Viviendas grandes o pequeñas para uso temporal? Todo un mundo que el siglo XXI nos trae de repente, sin haberlo previsto. Una casa sin esquinas ni ángulos ¿es la casa del futuro? Es mi sueño, aunque tenga que tirar todas las librerías y armarios.

Repensar la vivienda, que traerá obligatoriamente la necesidad de repensar las ciudades, pero en este caso ya entramos en otro debate que exigirá ponencias más polémicas. Porque los actores son múltiples y a veces enfrentados.

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