Vivimos en un mundo instantáneo. Lejos han quedado las esperas de diez días en los que un amigo lejano respondía por correo postal aquella carta hoy amarillenta. Ahora incluso las compras de Amazon queremos que lleguen en menos de 24 horas. Queremos Cola-Cao instantáneo y sin grumos.

Todo es ahora, hoy, en el presente, ya. Nuestros hijos se han acostumbrado a ello, a tener los dibujos disponibles en cualquier momento gracias a internet, no como antes, que debíamos esperar a una hora exacta para ver Dartacan, y no había emisión en streaming. Nos hemos olvidado que lo mejor de la paella del domingo es el tiempo de cocinado y preparación, la conversación en torno al fuego y la compañía. No se trata de la meta, sino del camino hasta llegar a ella.

En educación también nos pasa lo mismo. Queremos que en Infantil (3 años) lleguen sin pañal, pero olvidamos que cada niño lleva un proceso madurativo distinto, y que no es lo mismo nacer en enero que en diciembre. Queremos que los niños lleguen leyendo a 1º de Primaria, sin recordar que en Educación Infantil la escolaridad es voluntaria. Queremos que dividan incluso cuando aún no entienden que repetir es una suma repetida de la misma cantidad. La línea recta no es el camino más corto cuando se trata de ascender en el conocimiento.

No corramos por miedo al futuro, a muchos de nosotros nos educaron sin internet, sin móviles ni competencias digitales y hemos sabido adaptarnos. Nos educaron con capacidad de reacción, con habilidades para aprender por nosotros mismos, con iniciativa, con lo que hoy se denominan soft skills, y el secreto no fue una fabulosa ley educativa, sino unos maestros que cocinaban a fuego lento.

Educar a fuego lento es permitir que el alumno elija entre varias actividades, es pedir que justifique su respuesta aunque no sea la que esperábamos, es validar correctamente 4+4+4=12 cuando la pregunta era 4×3. La educación a fuego lento permite que un alumno decida qué libro quiere leer con tal de que lea y no impone el libro que al docente le gusta para su alumnado. Nadie siembra sin haber aireado y mullido la tierra antes.

Cada vez son más los docentes que no queremos etileno para madurar la fruta que está por crecer. La escuela es tiempo de siembra, no de cosecha. Vayamos sin prisa, que ya será la vida adulta la que les lleve a los alumnos a probar la comida rápida. Hoy toca paella a fuego lento y en buena compañía de grandes maestros.

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