Según Wikipedia es abogado antes que político y él lo corrobora. Manolo Mata, el portavoz del Grupo Socialista en las Cortes Valencianas, dice estar de paso en la cosa pública y huir de los puestos de gestión. Es evidente que se mueve en el parlamentarismo al menos tan bien como en Twitter. Gran comunicador y orador eficaz, no rehúye temas ni preguntas. Para empezar, le hacemos la foto sobre fondo azul para sacarle del color corporativo y él, encantado.
– ¿Le gusta el color azul?
– Sí que me gusta el azul, llevo muchas veces camisas azules.
– Político vehemente, pero conciliador. ¿Le gusta lo de látigo de la oposición?
– Con la edad uno va perdiendo vehemencia e incluso relativiza todo. Cada vez soy menos vehemente.
– Sí hace gala de hablar con todo el mundo.
– Sí, eso sí. En las relaciones personales en política yo nunca he dejado de hablarme con nadie ni nadie me cae mal. Cuando a la gente la vas conociendo descubres cosas positivas. Recuerdo que en el colegio le tenía mucha manía a un chaval que acabó siendo de mis mejores amigos. Me di cuenta de que los prejuicios absurdos con la gente no responden a la realidad. Yo creo que la gente en general es buena. Intenta hacerlo bien y hay que entenderla.
– En Twitter ha anunciado la voluntad de hablar menos.
– Me he dado cuenta en este encierro COVID (ha estado confinado recientemente en su domicilio) de que todos los proyectos que tenía de leer y escribir cosas no los hago por culpa de Twitter. Estoy enganchado a la actualidad y no quererte perder nada es un poco absurdo. Yo soy un gran lector de periódicos, leo cuatro al día. Con eso debería tener bastante, no hace falta estar siempre a la última hora, es agobiante querer conocerlo todo y opinar sobre todo. Creo que es innecesario.
– ¿Es más cómoda la oposición que el poder?
– En política lo más gratificante que hay es la oposición porque quedas bien con todo el mundo, todo el que pasa por ahí se lleva algo: una propuesta, un apoyo… Lo difícil es gobernar, es sufrir. Soy admirador de los consellers y los directores generales, de la gente que firma. Ahora tienen un riesgo altísimo de acabar en un juzgado y, además, tienen que gestionar la complejidad.
– ¿Y ser oposición dentro de la oposición?
– Lo que ha demostrado esta etapa es que gestionar la diversidad requiere su tiempo. Los gobiernos de coalición han venido para quedarse en la izquierda y en la derecha. En 2019 hubo muchos gobiernos de coalición, unos pilotados por el PSOE y otros por el PP. Los del PP ya han reventado todos: en Andalucía, Castilla y León, Madrid tuvo que convocar elecciones… esa gestión de la diversidad exige muchas horas.
– ¿Por qué en la Comunidad Valenciana parece imposible una coalición de izquierda y derecha moderada?
– Eso es una frustración, los esquemas políticos han de pervivir. La acritud entre los dos bloques genera problemas. Tiene que haber espacios de consenso y espacios de disenso. Pero las grandes coaliciones son ante casos de emergencia nacional: tras una guerra o en situaciones insólitas y eso aquí no se ha producido. Y no creo que sea bueno, porque al final siempre decepcionas a mucha gente. Y la decepción es lo que mata la esperanza.
– ¿Frustración para los suyos?
– Sí, al final eso lo que supone es que las cosas por las que tú luchas, que nunca salen al cien por cien, se ven rebajadas cada vez más. Y eso genera un desencanto de la política.
– ¿Qué es la vía socialista valenciana?
– Es la de aquellos que no se resignan a que las cosas no cambien, pero asumiendo lo bueno de nuestro pasado. No es una época de grandes revoluciones, pero la pandemia ha demostrado que la cogobernanza es necesaria en España. Desde el 78 hasta ahora hemos pasado de una cierta incomprensión del fenómeno autonómico a asumir que comunidades nada nacionalistas gestionen la educación, la sanidad o los servicios sociales. Tenemos un estado muy descentralizado y eso siempre supone una cierta tensión con el gobierno central y ha funcionado. Esa vía es elegir un modelo que hace posibles las expectativas de la gente pero con un modelo que no quiere empezar desde cero todas las semanas.
– ¿Le frustra no haber podido hacer desde el poder todo lo que proponía?
– Lo peor de los 20 años del PP fue el empobrecimiento al que nos sometieron, se creaba una imagen de que éramos los mejores y perdimos 13 puntos de renta per cápita respecto a la media nacional. Y nuestra obligación como políticos es procurar que la gente cada día viva un poquito mejor. Para eso estamos: para detectar donde están los problemas y aportar soluciones. Y creo que casi todos los indicadores han mejorado.
– ¿En temas como el empleo o el acceso a la vivienda?
– Respecto al empleo estamos en la época de la historia de la Generalitat Valenciana en que más gente hay trabajando. Y si además conseguimos que sea un empleo duradero y con salarios dignos, la gente podrá crear hogares, formar familias… El empleo es el nudo gordiano de todo esto. Hemos pasado una época en que había trabajadores pobres a pesar de tener un empleo de ocho horas y eso está empezando a cambiar.
– ¿Lamenta el peso de la administración, la burocracia?
– Son vasos comunicantes. Y eso tiene que ver con la época más dolorosa de la corrupción. La transparencia y la concurrencia competitiva han hecho que La Administración haga un derecho administrativo defensivo, con lo cual es muy difícil llevar a cabo determinadas cosas porque has de someterte a tantos controles para evitar casos de corrupción que hace mucho más lenta la maquinaria. Y eso lo estamos viviendo muy a menudo: tomas una decisión hoy y los trámites administrativos igual tardan dos años. Es uno de los problemas de la democracia española.
– A veces le ha costado compatibilizar su carrera de abogado.
– Ahí hay un planteamiento esquizoide: la gente no quiere políticos profesionales y que quien está en las administraciones solo tenga la expectativa de un cargo público. Y, en cambio, cuando alguien compatibiliza su carrera profesional con la política, porque eso es algo provisional al fin y al cabo, pues también recibe críticas. Yo siempre lo he tenido muy claro: fui militante del partido mientras estaba en la facultad pero decidí no ocupar ningún cargo hasta no acabar la carrera. Y si llevo 40 años de abogado, he sido diputado seis años o concejal de Valencia otros seis. Es cierto que tiene cierto componente adictivo, aunque cuando uno mira por el retrovisor esta no es la mejor etapa de su vida, eso seguro. Porque abandonas relaciones personales, descuidas a los amigos y la familia…. Esto es para héroes. Por eso nunca estoy mucho rato, me doy cuenta de que la vida es muy chula.
– ¿Tan alto es el coste personal de la política?
– Muy muy alto, pero es muy atractivo. Cuando estoy en política leo los periódicos de otra manera pero también intento leer ensayo y averiguar muchas cosas. Y cuando dejo esto me preocupo más leer novelas y divertirme con los amigos. Miras la agenda del presidente de la Generalitat y te das cuenta de cómo es de intensa. Seguro que el tiempo pasa el doble de rápido que en la vida normal y cuando uno se va haciendo mayor piensa en cómo ha pasado el tiempo.
– ¿Se resiste a ocupar cargos para los que suena su nombre?
– Como yo sé que no los voy a aceptar, estoy muy tranquilo. Nunca estaré en un nivel gubernamental. A mí el parlamento me gusta mucho, que además es muy bonito para aportar cosas. Pero la gestión cotidiana es muy dura, para mí los consellers son héroes: están muy mal pagados, con un nivel de exigencia muy elevado y un cierto desprestigio porque la gente no valora esas cosas y se valora más lo que alguien hace en la esfera privada. Y al final todos los que desembarcan desde un triunfo en la privada suelen fracasar, lo hemos vivido con Pizarro y muchísima gente que eran grandes gestores en sus empresas. La gestión de lo público es lo más complicado que he visto yo.
– ¿Cómo definiría su marca personal?
– Yo intento transmitir autenticidad, soy como soy. Y a quien no le guste que no mire.
– ¿Y la de Ximo Puig?
– Creo que es la tranquilidad personificada. Una persona con un nivel de información espectacular porque habla con muchísima gente y nunca pierde los nervios ni la calma. Lo ha demostrado en la pandemia, que ha sido extraordinariamente difícil de gestionar.
– ¿La marca de Mónica Oltra?
– La pasión en política y eso no es una virtud al cien por cien. Es necesaria, pero a veces hay que atemperar la pasión.
– ¿Deberíamos ser más amables, no solo en política?
– Recuerdo una pintada hace muchos años que decía algo así: ya que no podéis cambiar el mundo, por lo menos sed amables con vuestros vecinos. De eso se trata, tenemos que recuperar el buenos días, cómo te va… Eso se está perdiendo.
– ¿Qué marca le gustaría que fuera la de la Comunidad Valenciana?
– La que tenemos es muy buena, está considerada como un territorio amable y eso es muy difícil de conseguir. Quienes vinieron aquí como Erasmus, ahora empiezan a venir con sus parejas e hijos porque tienen idealizada esa etapa de su vida. Creo que la amabilidad del territorio, del clima… todo es amable y no hay grandes conflictos. Somos una tierra acogedora y eso no lo podemos perder.
– ¿Un conflicto poco amable el Benidorm Fest?
– Son vicios de la sociedad hiperinformada. Leí que 135 millones de personas habían interactuado con el Benidorm Fest, es una barbaridad. Yo lo seguí a través de los tweets de Marta Hortelano. Esas grandes pasiones que tienen que ver con la épica del fútbol, trasladada a otros ámbitos resultan un poco marcianas. Eurovisión siempre ha tenido un componente un tanto friki pero ese frikismo lo llevamos todos dentro y está bien. En una rueda de prensa me preguntaron por eso y se habla en el Parlamento español. Quiere decir que lo que se habla en los bares tiene traslado también a la política y es divertido.
– ¿Los retos de la izquierda han cambiado tras la pandemia?
– Sí, porque creo que la izquierda ha conectado con la seguridad. Había un imaginario de que la derecha gestiona muy bien la economía y la izquierda lo social. Pues aquí se ha demostrado que con políticas de izquierda y socialdemócratas se ha afrontado la época de mayor caída del crecimiento desde la guerra mundial. Y el rebote no está solo siendo muy rápido, sino bastante consistente. Cuando lleguen los fondos europeos veremos que la apuesta por otra forma de vivir es posible, sobre todo en temas medioambientales y seguridad sanitaria. Seguridad que se ha dado a los pequeños empresarios con problemas económicos a través de los fondos Resistir o los ERTE. Esto en otra época, como en la crisis del 2008, generó millones de desempleados y hemos podido sobrevivir rompiendo un mito de que no nos podíamos endeudar. Creo que la inyección económica ha llegado a la gente y ha aportado tranquilidad. Hasta con una pandemia, que es un dramón con miles de muertos, pues al final la gente ha comprobado que el sistema sanitario funciona y también el de protección social, que ha hecho que muchas personas no fueran directamente a las listas del desempleo.
– Ha hablado de lecturas. ¿Alguna recomendación para acabar?
– No digas nada, de un periodista norteamericano (Patrick Radden Keefe), es un libro que nos enseña tanto de lo que pasó en Irlanda del Norte que deberíamos aplicarnos el cuento en situaciones parecidas. El mismo autor escribió El imperio del dolor, sobre la familia norteamericana que introdujo el consumo de opiáceos en la cotidianidad de los Estados Unidos, algo que ha provocado una crisis de grandes adicciones. Y hay un libro excepcional del que se habla poco, El jinete pálido, que lo publicó una periodista norteamericana en 2018 (Laura Spinney) y cuenta lo que había pasado un siglo antes con la mal llamada gripe española. Te das cuenta de que la situación actual es la misma: los que no quieren llevar mascarilla, manifestaciones por las restricciones, el error de pensar que se transmitía por el agua y no por el aire… Y acaba con una frase demoledora: el mundo volverá a tener pandemias y dependiendo de la sociedad con que se encuentre tendrá cinco o cincuenta millones de muertos. Y se ha encontrado con una sociedad mayoritariamente muy responsable, algo que parecía imposible. Y con el valor de la ciencia: se ha podido desarrollar una vacuna en año y pico y ha funcionado.
Periodista. Director Interfaz Magazine