Los datos sobre el primer trimestre del año reportan un importante incremento de impagados en el sector de la construcción, sobre todo por parte de pequeñas y medianas empresas. Y lo peor es que anuncian que la cosa va a ir a más en aquellas empresas que se liaron con muchos créditos para conseguir salir de la crisis pandémica.

Y es que cuando iba a remontar el negocio de la venta de viviendas, tras la parálisis del virus, aparece la Guerra Fría que nos está hundiendo el consumo europeo y pone los precios de cualquier materia prima y la energía por las nubes. Con estos mimbres no hay manera de mantener una empresa limpia y una de cada cinco anda retrasando el pago a proveedores. Y eso ya es un tobogán.

Pero los males no vienen solo de ahora, más allá de las dificultades que ha habido para acceder en condiciones ventajosas a los créditos del ICO. Tanto el Instituto Oficial como el Instituto Valenciano de Finanzas y los bancos en general han pedido hasta la cartilla militar y el empadronamiento de la suegra para darte un crédito. Y por supuesto, los bancos actúan sin piedad cuando te retrasas en un plazo, porque no quieren quedarse al albor de las garantías de la SGR o el ICO. ¡No se fían de cobrar del Estado!

Entre esta realidad y los precios de la energía y las materias primas las empresas de la construcción han ido paralizando obra publica y privada. Hay colegios públicos cuya construcción está en suspenso porque el adjudicatario del concurso prefiere pagar la penalización a seguir la obra. Y, por supuesto, nadie quiere hablar de replantear el presupuesto al alza, no vaya a ser que te saquen en los papeles por ser cuñado del conserje del ayuntamiento de al lado. Que así está la cosa por esta tierra.

La cuestión es que si se mantiene este ritmo de impagados cientos de pequeñas empresas valencianas morderán el polvo. Porque el caso afecta también al textil y al azulejo, incluso en empresas medianas, que por el momento se salvan pasando parte de su personal a un ERTE.

La solución es difícil, porque los fondos públicos son cada vez más escasos y soluciones europeas como el Kit Digital o la Next Generation tienen mucho de propaganda y poco de eficacia, por la cantidad de inconvenientes que ponen para disponer de recursos para tirar adelante la empresa. Y hablar de bancos se pone más difícil, porque los tipos de interés ya no son lo que eran.

Y es que la economía empresarial no solo se anima con discursos, sino reforzando el ánimo de consumo y facilitando el crédito a empresas que son viables. No salvando las moribundas, ayudando a aquellas que tienen bien hechos sus deberes.

Por ejemplo, en la construcción de viviendas hay una máxima que ayuda a la financiación de cualquier proyecto: encontrar compradores antes de ponerse a vender. Poner la demanda por delante de la oferta.

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