Los datos recogidos por el Instituto de Estadística de Cataluña confirman que en 2021 se produjo una importante ralentización de la economía catalana. Desde el Gobierno de la Generalitat se atribuye a elementos externos. Por un lado, consideran que la falta de suministros ha provocado que la producción en muchas fábricas se haya detenido. Por otra parte, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès, considera que la política fiscal de la Comunidad de Madrid ejerce una terrible “competencia desleal” respecto a Cataluña y que, precisamente por ello, Madrid está captando la atención de empresarios e inversores nacionales e internacionales en detrimento de Cataluña. En este tema, como en muchos otros, Aragonès cuenta con el inestimable apoyo del presidente valenciano, Ximo Puig.

Mientras, Puig y Aragonès llevan todo el año 2021 reclamando al Gobierno de España que aumente los impuestos a los madrileños, Ayuso ha decidido eliminar los dos únicos impuestos que quedaban en su Comunidad. De este modo, Cataluña dispone hoy de 18 impuestos propios y la Comunitat Valenciana, 5.

Mientras los valencianos se encuentran entre los españoles que más pagan por el impuesto de sucesiones, los catalanes son los que más pagan por el impuesto de patrimonio. En Madrid, sin embargo, la cuota por el impuesto de patrimonio es cero y el de sucesiones está bonificado en un noventa y nueve por ciento. 

El parón de las economías catalana y valenciana no debe atribuirse a la eficacia del gobierno regional de Madrid en gestionar sus recursos y competencias. Quizá la dulce decadencia en la que se ha instalado la economía catalana, también la valenciana, se deba a la falta tanto de expectativas como de incentivos positivos. Gobernar no es presentar una lista permanente de agravios ni culpar a otros de la propia ineficacia. Gobernar es decidir, liderar, generar confianza y oportunidades. Y ni Puig ni Aragonès generan confianza. El informe de competitividad del Consejo General de Economistas de España, presidido por el catalán Valentí Pich, ha relegado a Cataluña, en términos de entorno institucional, al lugar 13 del total de las 17 comunidades autónomas. Este ranking sitúa a Cataluña en último lugar en materia de competitividad fiscal. Por su parte, la Comunitat Valenciana pierde posiciones en ese ranking y ya se sitúa en la parte baja de competitividad regional.

Desde que empezó el lío del proceso independentista, Cataluña ha perdido más de 7.000 empresas. No son empresas que hayan quebrado ni cerrado, son empresas que han decidido instalarse en otras partes del territorio nacional. Madrid ha sido la principal receptora de empresas que han huido del infierno fiscal y político en el que se ha instalado Cataluña. También, y en menor medida, por proximidad, otras empresas se han desplazado a Aragón y a la Comunitat Valenciana. Si en la Comunitat Valenciana hubiera habido un gobierno como el de la Comunidad de Madrid, las empresas catalanas hubieran apostado mayoritariamente por trasladarse a ella. Pero en la Comunitat no hay, de momento, un gobierno que decida, que lidere ni que genere confianza y oportunidades. No veo al presidente de la Generalitat Valenciana ni con las ideas ni con el empuje que se requiere para liderar este proyecto.  Quienes le conocen aseguran que le ven cansado y superado por la grave crisis social, económica y sanitaria que golpea a la Comunitat. El Consell ya no lidera, no genera ilusión, no está trasladando al exterior una visión abierta y acogedora de la Comunitat Valenciana. Imponer una tasa turística, como ya hizo Cataluña, o amenazar con “expropiar” viviendas para ponerlas en el mercado, como defiende el vicepresidente del Consell, no me parecen mensajes atractivos que atraigan inversiones ni que generen confianza.

Poco se puede hacer en Cataluña mientras gobiernen los socios de Sánchez y Puig. Quienes quieran invertir allí ya saben lo que hay: más impuestos, más intervencionismo, sanciones lingüísticas en comercios, conflictos sociales permanentes alentados, en la mayoría de casos, por su propio gobierno… Hay una oportunidad de negocio para la Comunitat Valenciana, pero hay que saber aprovecharla. Debemos trabajar para que la Comunitat se convierta en una tierra de oportunidades, en un imán de talento e inversiones. No sólo para las empresas catalanas que buscan un mejor futuro fuera de su región, debemos de ser capaces de atraer grandes y medianas empresas internacionales y favorecer la capacidad emprendedora de los valencianos para que se queden entre nosotros y creen empleo.

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